ECUADOR, Oct 23 (FILAC) – El Taita Antonio es una figura de respeto en la comunidad Maca Grande del Pueblo Panzaleo de Ecuador. Él es uno de los últimos tejedores del poncho rojo, entre junio y septiembre de 2023 compartió la tradición oral de la lengua Kichwa y el uso del telar manual.
Churay Kamak “Hilos de nuestra identidad”, es una iniciativa de los jóvenes indígenas de Maca Grande, quienes, preocupados por la perdida de su lengua y la tradición del tejido, emprendieron el trabajo para preservar y estimular el aprendizaje del Kichwa, ambos conocimientos son pilares fundamentales de su herencia cultural
La iniciativa forma parte del Fondo Concursable Qhapaq Ñan impulsado por el Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América Latina y el Caribe (FILAC), junto a la Red de Jóvenes Indígenas y el Instituto Iberoamericano de Lenguas Indígenas (IIALI), es financiado por las Fundaciones Pawanka y Ford.
El poncho rojo y el sombrero no son simples prendas de vestir, son representaciones tangibles de su herencia ancestral. Han sido transmitidos de generación en generación, cargando consigo siglos de historia y significado cultural. Para estos jóvenes indígenas, llevar el poncho y el sombrero es un acto de profundo respeto hacia sus raíces y sus antepasados.
Sayri Inkari Cholinga Changoluisa, responsable de la iniciativa, señala que “Usar el poncho y el sombrero es una declaración de identidad y respeto hacia nuestras familias, nuestros abuelitos y nuestros jaitucos. Es un homenaje a las personas que nos precedieron y que han moldeado nuestra comunidad a lo largo de los años”.
Maca grande: La lucha por su tradición y la lengua Kichwa
A pesar de las prohibiciones impuestas en el pasado, la lengua Kichwa sigue resistiendo en la comunidad indígena de Maca Grande, compuesta por siete sectores arraigados en su tradición oral y con características culturales distintivas, como la confección del poncho rojo que identifica a esta comunidad.
A lo largo de la historia, la influencia de las haciendas trajo consigo imposiciones religiosas y tradiciones occidentales, incluyendo la prohibición de utilizar la lengua Kichwa. Sin embargo, a día de hoy, esta lengua oral se mantiene en aproximadamente un 80% de la comunidad.
No obstante, las generaciones más jóvenes, nacidas a partir de 2004, no siguen esta tradición oral. Las familias ya no hacen hincapié en su preservación debido a la influencia destructiva de la sociedad urbana, que considera que la lengua Kichwa es “Yanka shimi”, es decir, “una lengua inútil”.
Es preocupante observar, según el coordinador de la iniciativa, cómo aquellos que aún dominan el idioma incorporan cada vez más palabras prestadas del español en su discurso cotidiano. Por ejemplo, expresiones como “Mana pudini” (No puedo) incorporan la palabra “puedo” como préstamo, y “Mana intindini” (No entiendo) utiliza “entender” de manera similar.
De acuerdo a Cholinga, en las convocatorias de la comunidad y en actividades políticas, el Kichwa se utiliza solo para hablar y no para escribir, lo que ha llevado al desuso del idioma. Los jóvenes buscan aprender a escribir en Kichwa y utilizarlo en oficios, invitaciones y convocatorias a eventos comunitarios.
Además, se observa una gradual desaparición de una de las características más distintivas de su cultura: el poncho. Este poncho rojo de vivos colores en franjas es único entre todas las comunidades cercanas. La triste realidad es que no hay una transición generacional en la habilidad de tejer estos ponchos, ya que los últimos tejedores se encuentran en la tercera edad y no existen sucesores en la comunidad que puedan continuar con esta tradición.
Por esta razón, se han implementado talleres impartidos por el Taita Antonio con el objetivo de rescatar la lengua Kichwa y preservar la tradición del tejido del poncho rojo. “El Taita Antonio es uno de los últimos Taitas que quedan, ya no hay una transmisión generacional. Quisiéramos guardar, preservar y continuar con esta transmisión intergeneracional”, señaló Sayri Inkari.
El Poncho Rojo: Un Símbolo de Sabiduría y Comunidad
El poncho rojo es un símbolo de gran significado. Representa la sabiduría y la experiencia de los amautas, de aquellos que han formado una familia y han adquirido una sabiduría adicional en la comunidad. También lo utilizan quienes lideran la comunidad o han realizado acciones importantes en beneficio de la misma; asimismo es un símbolo de responsabilidad y madurez.
De acuerdo a Cholinga, el color rojo ha sido inspirado por la naturaleza circundante. En el páramo ecuatoriano existe un gusano llamado “niña curo” que tiene pequeñas púas en su piel, y cuando se toca, puede pinchar la mano. Este gusano tiene una combinación de colores en su cuerpo, que consiste en tonos de rojo más oscuro, rojo más claro y amarillo. Esta mezcla de colores en el poncho es una representación natural de nuestros taitas y de los tejedores.
Para las ceremonias de matrimonio, se utiliza una vestimenta especial con sombreros blancos y ponchos que combinan tonos amarillos. Sin embargo, algunas parejas optan por vestimenta más occidental en las bodas en la actualidad.
“Los jóvenes, también usamos el poncho rojo como una representación de nuestra comunidad y la fuerza que deseamos aportar a ella. Además, hemos identificado el uso del color verde, específicamente rayas verdes y amarillas. Según nuestros taitas, este color se utilizaba más en la vestimenta de los jóvenes debido a los colores vivos, ya que es un color alegre que simboliza el crecimiento y el aprendizaje”, dijo Cholinga.
Una travesía de hilos y colores
El Taita Antonio, es el tejedor que comparte su historia. A pesar de tejer ponchos desde su niñez, ha perdido el conocimiento sobre cómo crear los hilos, llamados “Puskas“. Hoy en día, se ha vuelto común el uso de hilos comerciales en lugar de elaborarlos desde cero.
Mario Espinosa, integrante de la iniciativa, destaca que la experiencia del Taita Antonio es única para recuperar las tradiciones ancestrales en tiempos de nuevas tecnologías. Describe cómo enseña a través del método de la ortiga, permitiendo un aprendizaje efectivo y sin errores al tejer.
Espinosa explica el proceso del poncho, desde obtener la materia prima, como la lana de ovejas o alpacas, hasta el teñido y, finalmente, el tejido en varillas de hierro. Antiguamente, se usaban instrumentos más pequeños y específicos, mientras que, en la actualidad, se utilizan tres palitos que facilitan el entrecruzamiento de hilos.
El poncho no puede hacerse con cualquier hilo; debe ser específico. Comparando con otros lugares, el poncho de Maca destaca por su calidad. Es resistente al clima y a la lluvia, ya que el agua no filtra, a diferencia de otros tipos de ponchos.
Los jóvenes comprometidos con la preservación cultural buscan no solo aprender a tejer, sino también a combinar colores desde cero, recuperando saberes ancestrales, incluso creando colores y materias primas. Aunque se ha perdido parte de ese conocimiento ancestral en los taitas de la comunidad.
En cuanto al precio de los ponchos, Sayri Inkari Chilinga explicó que “mucho antes cuando estaban los tres Taitas el precio del poncho estaba en 65 dólares, pero el Taita nos comentaba que últimamente debido a que él se esforzaba bastante y ya no podía realizarlo él lo vende en 70 y 75 dólares; y que había personas que lo compraban, pero era para exportarlo al extranjero debido a que hubo mucha migración y muchos de nuestros compañeros de Maca Grande han emigrado al exterior”, dijo.
Además, las mujeres están reviviendo la tradición de tejer ponchos, históricamente reservada para los hombres. Aprender a tejer un poncho lleva tiempo y paciencia, pero están trabajando juntas para mantener viva esta tradición ancestral.
En cuanto al tiempo que lleva tejer un pocho, Mario Espinosa explico que se toma un día para preparar la ortiga. Sin embargo, dominar este proceso lleva más tiempo, aproximadamente de 15 a 20 días de aprendizaje. Aprenderlo puede ser un desafío, pero el Taita Antonio, un experimentado tejedor, es capaz de completarlo en tan solo un día.
Proyecto Kichwa: Hilando identidad y tradiciones
Mario Espinosa, destacó el impacto positivo de la iniciativa que ha beneficiado a cerca de de 50 jóvenes de diversas procedencias. Recientemente, jóvenes de la ciudad que no tenían conocimiento del idioma Kichwa se han unido. A pesar de que nacieron en entornos urbanos y sus padres nunca hablaron Kichwa, han expresado un fuerte deseo de aprender y comprender el idioma, ya que la mayoría de las personas en la región hablan Kichwa.
También se han recibido participantes de comunidades cercanas y distantes. Por ejemplo, una comunidad vecina, Salcedo, que pertenece al Pueblo Panzaleo, se ha unido al proyecto para aprender y compartir sus tradiciones de bordado y costura. Además, otras comunidades de distintas regiones, como Ticua y Pijaro, que están a distancias considerables de la comunidad principal, también han participado activamente.
Actualmente, se está trabajando en la creación de un producto audiovisual que documenta el proceso del tejido del poncho, con la esperanza de compartirlo en las redes sociales, canales de televisión locales y organizaciones indígenas. Esto no solo atraerá la atención sobre el poncho, sino que también servirá como una herramienta valiosa para transmitir su lengua y su cultura.
Sair Inkary, expresó que les gustaría establecer un grupo de jóvenes con el propósito de formalizarse como artesanos, lo que les permitirá reconocerse entre ellos y, al mismo tiempo, ser reconocidos por su comunidad y, quizás, incluso ganar reconocimiento a nivel internacional a través del tejido de ponchos, la promoción del idioma y la preservación de su cultura.
Por su parte, Thalia Choloquinga agradeció la oportunidad brindada por el Fondo Qhapaq Ñan, destacando su beneficio para los jóvenes de la comunidad Maca Grande y, además, su capacidad de inspirar a otras comunidades a rescatar sus culturas indígenas. Expresó su gratitud hacia aquellos que apoyan esta iniciativa y resaltó que, gracias a estos esfuerzos, se están conservando conocimientos que podrían haberse perdido con la avanzada edad de los Taitas. Asimismo, mencionó cómo las redes sociales y el boca a boca están generando un creciente interés en el Kichwa.