PERÚ, Dic 01 (FILAC) – Al llegar la época de lluvias a la Comunidad de Karana en la Provincia Puno de Perú, sus habitantes preparan las ofrendas al sol, la luna, el agua y el viento para que la siembra que comenzaron en octubre tenga una cosecha abundante. Esta siembra se realiza de acuerdo al calendario agrofestivo que ha prevalecido por siglos.
Durante la celebración agrícola, las personas de la comunidad afinan el pinquillo, el chaccallo, el bombo, la quena y la zampoña para conmemorar los festivales de conocimiento intergeneracional para expresar gratitud hacia la Pachamama. En cada ceremonia, el pueblo Aymara confía en que las nuevas generaciones preserven los conocimientos de la agricultura ecológica, la lengua y la identidad.
La determinación de los plazos en el calendario agrofestivo de la comunidad se basa en señales naturales, saberes y conocimientos ancestrales. Por ejemplo, para determinar el período óptimo para proceder a la siembra, se tiene en cuenta la actividad de los zorros, denominados “kamaque” en la lengua aymara. Si estos animales descienden a la rivera del lago entre los meses de julio y agosto, significa que habrá escasas lluvias, presagiando una temporada de sequía.
La floración del zancayo sirve como una importante señal para determinar cuándo realizar la siembra de la papa. Si el zancayo florece durante estos meses, eso significa que la siembra tendrá lugar inmediatamente.
Del mismo modo, el lequecho, un ave típica de la región andina, es conocida por poner sus huevos y sacar polluelos sólo una vez, además guiar a los agricultores sobre las épocas de siembra, las inundaciones y los periodos de sequía, cuando deposita sus huevos encima de los cerros significa que habrá abundantes lluvias durante el año y, consecuentemente, inundaciones.
La floración del eucalipto constituye una señal reveladora del momento oportuno para realizar la primera siembra, proporcionándole al agricultor una valiosa Información con el propósito de prepararse para la temporada de cultivo.
Cada una de estas señales proporciona orientación precisa sobre cuándo sembrar y cómo prepararse para la temporada de cultivo.
La iniciativa de continuar aplicando el calendario agrofestivo es parte de la iniciativa “Revitalización de la lengua Aymara a través del calendario agrofestivo ritual, basado en la música, vestimenta y literatura aymara”, impulsado por jóvenes de la organización suma karana kantaty waynanaka – sukawa de la comunidad Karana, Perú.
La iniciativa tiene como objetivo preservar las tradiciones culturales como los conocimientos del calendario agrofestivo que se han transmitido a través de las generaciones. Su compromiso es garantizar que los conocimientos ancestrales no se extinguen, y que los saberes de las abuelas y los abuelos continuarán siendo conservados.
Las señales que guían los cultivos
Los jóvenes han adoptado con éxito este calendario en su participación agrícola. Anteriormente, sin el conocimiento que ahora poseen, únicamente sembraban sin prestar atención a los signos climáticos y de la naturaleza. A raíz de las enseñanzas recibidas de sus abuelos, comprenden ahora la importancia de seleccionar los momentos propicios para sembrar.
Han aprendido a diferenciar entre la siembra proporcional, la siembra intermedia y la siembra final, permitiendo tomar decisiones informadas y adecuadas en el proceso de cultivo.
Los jóvenes han demostrado adquirir conocimiento sobre el uso de plantas como el locoto y el sacalayo para fumigar las papas, lo que le permite una dependencia menor al mercado y promoviendo así métodos más sostenibles.
La conexión de este conocimiento con el calendario agrofestivo se extiende hacia actividades musicales y culturales como la “chacallada”, se interpreta en carnavales y está vinculada con los primeros frutos de la papa. Se aplica también a eventos importantes de la comunidad, como aniversarios, los cuales han sustituido la morenada y la diablada por danzas nativas, revalorando sus tradiciones ancestrales.
El Fondo Qhapaq Ñan – de cuyo objetivo forma parte la presente Iniciativa – es impulsado conjuntamente por el Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América Latina y el Caribe (FILAC), la Red de Jóvenes Indígenas y el Instituto Iberoamericano de Lenguas Indígenas (IIALI), y financiados por las Fundaciones Pawanka y Ford.
Las melodías que preservan la historia del pueblo
Además de preservar los conocimientos sobre la agricultura, desarrollan actividades artísticas como la enseñanza de ejecución de instrumentos musicales, interpretación de música tradicional, danzas y tejidos.
Cada una de las melodías que preservan la historia del pueblo aymara y son una parte vital de la identidad colectiva de la comunidad. Estas melodías son portadoras de conocimiento, entendimiento, valores culturales y espirituales. A conservar estas melodías, la comunidad preserva su cultura e identidad y garantiza que continue siendo compartida de generación en generación.
Para Dandy Chaneel Pacho Apaza, representante de SUKAWA, la iniciativa ha tenido un profundo impacto en la comunidad. “Los abuelos que nunca habían compartido sus conocimientos, ahora, con el apoyo de este proyecto, se han insertado a esta iniciativa y se muestran animosos en la transmisión de melodías y saberes ancestrales”, señaló.
De igual manera, los jóvenes también se encuentran entusiastas aprendiendo la lengua aymara. “Los jóvenes se habían olvidado y muchas veces ya no practicaban el hablar o pronunciar el idioma nativo; sin embargo, ahora están tratando de aprender la lengua originaria; así como lo que son el cuento, las canciones y también poemas en idioma nativo”, expresó.
Existen aproximadamente 180 adultos empadronados en esta comunidad, junto con alrededor de 44 jóvenes vinculados a la organización. La gran mayoría de los habitantes de esta comunidad se comunica utilizando su lengua materna.
De acuerdo a la base de datos de Pueblos Indígenas u originarios del Ministerio de Cultura de Perú, la población aimara se ha asentado históricamente en ámbitos de tres países limítrofes: Perú, Bolivia y Chile y se encuentra principalmente en seis provincias del departamento de Puno y en algunos distritos rurales de los departamentos de Moquegua y Tacna.
Datos oficiales indican que la lengua aymara se encuentra en estado vital. Los resultados de los Censos Nacionales de 2017 indicaron que 450,010 personas aprendieron a hablarla en su niñez.
Salvaguardando la memoria de la comunidad
La iniciativa reconoce que la transmisión intergeneracional de conocimientos en lengua aymara es vital para que el legado de las abuelas y abuelos sea preservado.
“Hemos realizado los festivales de conocimiento, con el objetivo de revitalizar los saberes y prácticas agro productivas, tanto a nivel familiar, organizativo, como comunal”, dijo el representante de la organización.
Las personas adultas mayores de la comunidad consideran que las juventudes de la comunidad tuvieron la oportunidad de adquirir conocimiento y sabiduría acerca de su cultura ancestral.
Esta iniciativa les ha permitido a los adultos compartir sus saberes y costumbres tradicionales con la nueva generación. “Se ha entregado a todas las personas mayores la oportunidad de compartir su amplio conocimiento de tradiciones, teniendo a su vez un grado de participación en la vida de la comunidad. Esto ha proyectado un impacto notable en ellos, quienes se sienten valorados y útiles para la comunidad” declaró.
Producción editorial intercultural
El enfoque de la iniciativa se orientó a elevar las destrezas artístico-culturales de la juventud aymara, abarcando la elaboración de poemas y cantos, así como la fabricación de instrumentos musicales destinados a la revitalización lingüística de la comunidad.
Un total de 10 abuelos y abuelas, junto a 12 jóvenes de la organización, trabajaron en la producción de material audiovisual, cuentos, poemas y canciones relacionadas con el calendario agrofestivo de la comunidad de Karana. Estos materiales serán útiles para los procesos de interaprendizaje comunal.
“En el pasado, a los jóvenes nuestros padres siempre decían ustedes no deben hablar el idioma aymara, ustedes no deben aprender el idioma nativo sino el castellano, porque ustedes cuando van a la ciudad nadie los va a escuchar en su idioma nativo, porque nadie sabe; por eso que los jóvenes nos hemos inclinado y nos hemos aislado del aymara; sin embargo, ahora con la iniciativa lo estamos rescatando”, aseveró.
Los cuentos de las abuelas y abuelos contados en la lengua aymara han sido transmitidos con éxito con los años. Para poner estas historias al alcance de todos, se trabajó en la transcripción del aymara al castellano.
Uno de los relatos cuenta la historia de Raymunda, abuela de un estudiante universitario, quien se fue desde su pueblo a la ciudad para tener mejores oportunidades educativas. Dedicado a estudiar, comenzó a enamorarse de una mujer, que resultó ser un sapo. La madre lo ayudó entonces a darse cuenta de esta verdad, y aprender de su error, logrando así que se enfocara totalmente en sus estudios.
Este cuento es sólo un ejemplo de la gran cantidad de conocimientos orales que los abuelos comparten en aymara y que, gracias a la iniciativa, están siendo rescatados y compartidas con la comunidad.
Los hilos que unen a la comunidad
El tejido en telar tradicional se constituyó como un elemento fundamental para que las juventudes de la comunidad aprendiesen desde el tenido de la lana, el hilado y la elaboración de frazadas, chullos, chalinas, binchas, entre otros.
“Hemos aprendido el tejido de la frazada, el teñido, de donde nace la lana, la oveja todo un proceso hemos aprendido hasta construir nuestras frazadas, desde el proceso de obtención de la lana, que incluye el teñido. De igual forma en el tejido de lo que es los chullos, las chalinas, las vinchas”, mencionó.
El trabajo con telares ha sido una experiencia muy enriquecedora, en gran parte gracias a la colaboración de abuelas y abuelos de la comunidad. Esta actividad, impulsada en la zona y en Perú, es comúnmente realizada de manera conjunta, lo que refuerza la idea de que tanto las mujeres como los hombres pueden trabajar de una forma armónica.
En la comunidad se acostumbra que tanto mujeres y hombres trabajen juntos, y esta es una dinámica que se valora y promueve. Por ejemplo, para la fabricación de las frazadas, la mujer se encarga de la preparación de la lana, mientras que el hombre se ocupa del proceso de teñido.
Los conocimientos son recuperados al fabricar los colores de forma tradicional, usando materias primas de origen natural, tales como el amarillo obtenido a partir de la mostaza, el rojo de la raíz de kenturi y el morado de la flor de kantuta.
Estos colores se consiguen luego de complejos procesos de cocción y aplicación a la lana. Los niños son partícipes activos en este entendimiento y han desarrollado una comprensión hacia la relevancia de estas prácticas ancestrales.
“En el proceso de confección de las frazadas, hemos avanzado en el hilvanado y el enrollado, determinando medidas precisas. Las frazadas se tejen en dos partes, ya que una frazada entera no se produce de una sola vez. La medida promedio es de aproximadamente un metro y medio de largo y ancho. Las frazadas resultantes son utilizadas no solo para camas de dos plazas, sino también como alfombras en algunos lugares de nuestra comunidad. Estos conocimientos han sido adquiridos por los jóvenes, lo que ha contribuido a revitalizar la tradición del tejido”, puntualizó.